Me dueles,
después de quebrarme la esperanza
y lanzar a mis entrañas un grito de
soledad,
que me hace eco.
Y más me dueles.
Pero más camino desnuda hacia el alba
y se me clavan las lágrimas,
allí donde las horas lentas
dibujan la tristeza de mi sombra en
las paredes.
Me hieres
por encima de tus angelicales
ignorancias
y te hago morir con mi propia muerte,
que te termina y me termina,
y me late en las sienes al compás de
tus mentiras
y me arrastra por el viento,
en busca del norte del olvido.
Y más me hieres.
Porque más veré nublarse el delirio
del encuentro,
y aún más, desvanecerse la espera de
tu abrazo.
Y ya tus ojos serán silencio
y la ternura de tus manos habrá
destrenzado
el sendero de mis sueños.
Me mueres,
aunque ya muerta me hallaras.
Y se me acaba el firmamento
y la luz de las estrellas
y casi prefiero este rayo de ceguera,
para así, forjar la noche y la penumbra
y evitar el ver tus ojos, o tu boca,
o el diablillo que advertías,
o el sigilo en que me muero.
Y más me muero.
Mientras parto hacia el viaje de tu
ausencia,
y deshago de tu boca aquellos besos
nunca dados,
y de tu olvido, los te quiero hechos
de lluvia.
Y me llevo en la maleta nada de odio,
ni reproches, ni lamentos, ni
sollozos, ni perdones.
Y me voy dolida de dolores
traspasados,
herida a fuerza de albas rotas y
calladas,
y muerta, y enterrada en el jardín del
desencanto,
de lilas coronada y grises
atardeceres,
mientras me llueve la angustia
y se me hace más ancho el sendero
que tú y yo no andaremos,
y me quema los pies el suelo,
mientras regreso de donde vengo sin
ti,
a la nada.
...
Rocío Biedma
Publicado en el número 15 de “Claustro
Poético”, año 2004
Poema que pertenece a mi libro “El
Jardín del Desencanto”.