Quien te eche de menos
A Lucía, mi nieta
La luz se cuela por la ventana
pero hay otra luz dentro en la
habitación,
de sueños nacarados y mundos sorprendentes,
de lilas perfumadas y sonrisas
nuevas.
Y me hablas, Lucía,
sentada entre amigos de peluche
con olor a mandarina,
escogiendo palabras de colores
y rincones de sol para ocultar
secretos.
Instantes preciosos
donde me miro como en un espejo,
para encontrarme riendo entre golosinas
de tu mundo de canciones amarillas,
y le pongo alas a la hora de mi
éxodo.
Y quédate dormida en mi retina,
esperando que las nubes me recojan.
Tendremos que comprar un chubasquero
para
dárselo a la luna por si llueve.
Pondremos las galletas inventadas
en los labios de las flores.
Y algunas sorpresas risueñas de
charol,
escondidas por la casa,
o detrás de las cortinas.
Y grabaremos ambas
la huella palpitante y serena,
de cogernos de la mano
y pasear libres con nuestra leve sonrisa.
Después, aquel gusano verde,
amigo del cuclillo ¿te acuerdas?
se asomará pausadamente
a mirarte mientras creces.
Y cuando llegue ese día
en que nos separemos,
te aseguro Lucía
que seré yo,
quien te eche de menos.
Rocío Biedma
Poema publicado en la Antología del
III Recital Sierra Morena de Poesía
2014
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Mar de Alborán
(A la Ciudad de Melilla)
“…nuestro por su situación
geográfica
y nuestro
por la cantidad de sangre
española
vertida en él de una forma
generosa”.
(Constantino Domínguez Sánchez)
No pudo tu
inmensidad
olvidar el vértice
estelar de trazo sólido,
de éste museo de fortificación
agigantada;
joya entroncada en
mitad del Mare Nostrum,
estratega de
recintos inexpugnables.
No pudo el sol
que incendia las
palmeras imperiales,
y arroja pavesas a
las crestas del ingente Gururgú,
cegar la belleza
de su utopía
y anegarte las
cartas esféricas,
entre encinas,
alerces y alcornocales.
Porque su luz te encadena
la mirada,
y arribas una y
otra vez,
a su regazo bañado
de makrut,
en su geografía
quebrada,
hoy abierta al
cielo, antaño subterránea,
heroica, alegre y colorista,
cuna de culturas
milenarias.
Y la invocas: ¡Rusaddir!,
¡oh!, la florecida
ánfora fenicia,
hechizo de
cicatrices,
rosa de los
vientos, aljibe glorificada,
ensenada de
galápagos,
refugio reescrito
con sal y cañaverales.
Fachada que besas
y conquistas cada tarde.
Atalaya Bereber de
curvos torreones y pagos de viñas
degollados por los
cauces del río Oro.
Esplendor y desidia,
madre amazight que
amasa el pan cotidiano,
magnólia abierta, trozo
de España.
Y te quedas, mar,
en los deslindes
de su osario de agua,
cenáculo orbital, estandarte
multiétnico,
abalorio que al
salir,
te hace volver la
mirada,
lugar de encuentro
y desencuentro,
victoria fecunda,
clavícula del
mundo hispano.
Porque has gemido
con ella
en su arrecife de
galeras,
con sus enaguas al
viento,
por sus islas
Chafarinas,
perfilando el
itinerario de los astros,
trascendiendo
siglos, rompiendo bardos.
Estás, Alborán,
porque amas su
lindura,
y le rindes
pleitesías,
verticales como
faros.
Destello que
ahuyenta la noche,
amante febril y
ensangrentado;
penetras Melilla,
sorbes su credo,
cautiverio de
voces,
que otrora,
tus olas se
llevaron.
Rocío Biedma
Poema galardonado con el Primer Premio en el XX Certamen de Poesía Don
Pedro de Estopiñan organizado por la
Casa de Melilla en Valencia. Año 2015
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