Supongamos que hay un reloj
dentro de cada segundo.
Que en el sol, se ocultan
multitud de lunas rosas.
Que los días se esconden
detrás de las lilas azules o,
que es de noche
y el amanecer llega
con zapatos de charol rojo,
las manos llenas de estrellas
y una trenza en el pelo.
Supongamos, que no pudiésemos suponer,
ni abrir una ventana al mar
o, que estoy a oscuras y mirándote,
me atrevo a decirte:
Amanéceme, si puedes.