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Textos Publicados en el diario Jaén




                Sueños de alta mar


Tengo un amigo, al que adoro y respeto, y que me da los mejores abrazos del mundo, que va a comprarse un barco. Estudió para el examen de patrón y se examinó en Barcelona algún verano.
Su sueño es jubilarse y subir a bordo recorriendo todos los países posibles, quedarse en aquel sitio que le guste y aprender nuevos universos.

Pasar parte de tu vida en un barco requiere paciencia fragmentada, tener sueños tutelados por reclinatorios brumosos, amar la naturaleza y su nostalgia en forma de elegante espuma, sentirse libre como los delfines y en paz con uno mismo.  
Un delirio irracional, dirían los hijos de la razón.

Quien es diferente, solitario, raro, emerge después de naufragar, en un oleaje de autenticidad, reflejando un tumulto multicolor entre el ser o no ser.

 “Viajar puede ser una de las más rentables formas de introspección”, escribió Lawrence Durrell.

Estamos cegados por la llamada sociedad del bienestar que es un invento maquiavélico. Deberíamos tener cuidado de donde estribamos nuestra humanidad.

La mayoría de las veces las condiciones que tenemos en lo cotidiano te dejan desarmado y te hacen sentir un olor a profundidad, navegando en un mar que no es azul.

Hemos de recuperar la capacidad de dar al tiempo la oportunidad de vivirlo despacio, de sentirnos parte integrante de algo sublime, bello y misterioso; El poder sentir la voz de la inmensidad del mar, la llamada del viento, la soledad del horizonte, el silencio de la noche, el perfume que sugestiona la razón, otro mar, en definitiva.
  
                                   Rocío Biedma

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Paseando nuestra Judería


Me gusta pasear, casi con añoranza, por entre los callejones pretéritos de nuestra Judería. Igual que me emocionan el resplandor de nuestra Catedral, la gentileza de nuestro Castillo y el marco de nuestros Baños Árabes, también es para mí un gozo contemplar cómo el tiempo ha quedado apresado en cada muro, en cada esquina, sobrevividos inexorablemente a través de los siglos.
Sus piedras guardan señales de una historia que se viste de sombras o sonrosados atardeceres, se cubre  de escarcha en las noches de invierno y de sudor rancio en las tardes de verano; y huele a jazmín y a pan recién hecho.

El silencio de las calles invoca nombres cuyos suspiros quedaron grabados en cada losa que avanza, se curva y se eleva en el aire como un secreto eterno dentro de un cosmos cerrado.

El quehacer diario nos lleva veloz de un sitio a otro, la mirada se hace impasible a la belleza de nuestro pasado y no nos paramos a pensar en que algunas cosas las hacemos por última vez. Pero nos quedan éstas reliquias que, frágiles y disolutas, dejan constancia de nuestra heredad y nos unen a quienes nos antecedieron y a quienes nos sucedan.

 Rocío Biedma




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Las huellas de la vulnerabilidad


Cuando nacemos, cuando somos niños, si no nos amaran, moriríamos. Si no somos abrazados, cuidados, atendidos, la inmensidad del mundo nos abrumaría hasta romper nuestra fragilidad, que  es infinita en la niñez y en la mayoría de los casos, arrastramos hasta llegar a adultos.

Existen tantos relatos monstruosos de abandono, de maltrato, de hostilidad, de abuso a niños, que me conmueven a la vez que me envenenan y soy consciente de que la libertad de esas vidas se ve truncada y no les va a permitir el derecho a realizar su historia plenamente.

A algunos, la vida nos hace resbalar siempre, pero lo malo de ir contracorriente, de querer cargar con todo, de hacer como si no pasara nada, es que acabas extenuada y comienzan –alguna vez- a fallarte las fuerzas. Y te das cuenta de que vas en contra de ti misma, sencillamente para antes haber contentado a los demás.
Y gritas, - corre chiquitina, corre- y notas que hasta el eco se te vuelve en contra y su sonido te ataca, deshace tus manos, te hunde, no respiras y estás acorralada. Pretendes ver todos los caminos que tienes ante ti y vuelves a intentarlo,-corre chiquitina, corre- y acabas soplando el agua de tus alas que, seguramente, al estar tan mojadas, te quitan libertad.

La adversidad fortalece. La incapacidad, generalmente nos hace crecer por dentro para que nuestro espíritu llegue allí donde no llega nuestro cuerpo. Pero la incapacidad de amar a un niño, de empatizar, de intentar entrar en su corazón, de dar cariño, esa incapacidad para mi es la más grave de todas.

Rocío Biedma



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Los aromas del pan



Añoro aquel gozo para mis sentidos que me envolvía cada mañana, camino del colegio. La caricia de los efluvios que inundaban las calles a pan creciendo en el horno, a rosquillas con ajonjolí, a magdalenas petulantes y orgullosas, a hochíos rechonchos vestidos de azúcar, a tortas del alcázar con pecas, a libras con moños tostados y crujientes, a barras privadas de tetilla por el gusanillo del mediodía, a bollos de alfacar que algunas veces entraban calientes y traviesos en la bolsa señera de tela bordada con flores y unas letras grandes donde ponía su nombre: Pan.

En cada esquina surgía un horno cuando el pan era el hermano mayor de nuestra mesa y socorría, en una ceremonia nupcial, nuestros desayunos, migándose con la leche recién hervida; nuestras meriendas, de aceite y azúcar; o nuestras cenas, cabrioleando en los platos aceitados de porcelana blanca entre habas crudas y bacalao.

Recuerdo los estantes de madera cubiertos por la harina del tiempo y la leña amontonada entre arañas y ratones. Y que entrada la noche, mientras dormía, hombres cualificados de brazos recios, convertían  con latir de lunas blancas y entre silencios, el trigo en pan, como solemnes alfareros, dejando un reguero de perfumees que hoy rememoro con deleite. 

Lentamente las calles se han ido quedando desiertas de hornos y panaderías que fueron testigos de muchas madrugadas quebradas por el clamor del día.
Pero algo queda de ese perfume en las mañanas, de ese olor a antiguo en la memoria, del aroma de aquel pan recién hecho.


Rocío Biedma




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Los Tiempos  que vivimos






Tal vez es el momento de sentarnos a pensar sobre el miedo, sobre el egoísmo, sobre el hambre de tantos en el mundo, las enfermedades nuevas y la verdad de crisis constantes y pandemias verdaderas que arrastramos desde hace siglos.

Quizás, tampoco sea prudente quedarse en éste banco casi cómodo, pensando hasta muy tarde. Talmente  no es tan sano cerrar  los ojos en medio del silencio y ver pasar en hilera las horas en el reloj petrificado de nuestro salón que persigue otras metáforas sin luz.

Seguramente, tampoco es saludable dejarse llevar por el alma de la primavera que es igual que un ave misteriosa, frágil, insinuante, llena de luz y de color, fresca, melancólica y tierna, pero que te arrastra inexorablemente hacia el verano y te deja febril y exhausta, para empujarte más tarde hacia el otoño, que terminará entregándole al viento las hojas secas de nuestras dudas y desalientos.

Mejor nos iría si fuésemos conscientes de que nos sobran la mayoría de las cosas materiales y más aún el cinismo y la ignorancia, que es lo que sin duda se propaga en  una verdadera pandemia.

Rocío Biedma


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Extenuación y Dolor


El día 12 de Mayo, día Mundial de la Fibromialgia  y  de el SFC/Encefalitis Mialgica,  enfermedades nuevas y severas.

Hablar de éste cansancio extremo, de dolor, mejor no  hablar si no es de un todo, o sea, del cuerpo y del alma.

Cuando el ahogo, el agotamiento y el dolor se instalan en ti, acechan cada instante tuyo, te haces frágil y desierta. Porque este mal agónico,  crónico,  que callas, te aísla,  e intentas abrazarlo y asumirlo y es entonces cuando pasa a ser intangible y secreto.  En ese momento la enfermedad, que era tuya, pasa a ser tuya pero a solas y es cuando más pesa, más duele y más te desnuda  y lo haces tan íntimo que resulta insoportable definirlo.

¿Qué te duele?
El alma, los ojos, la piel, los huesos, los sueños rotos, otras palabras, la noche, el alba hecha jirones, las ausencias, tanta hipocresía, la inutilidad, el estío, no recordar las cosas, el aire, los sonidos que no salen del corazón, el frío, no llegar, no hacer, no decir, estar vacía de versos y llena de analgésicos, las manos, la luz, el pecho, las ganas, la impotencia, la incertidumbre, los labios, el desahucio, respirar. Todo.

Rocío Biedma


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Nuestras calles en

Semana Santa





Fechas  melancólicas éstas, que nos arrastran a días de tumulto, de emociones, de olor a incienso, a velas llorosas, al eco de saetas; cuando el embrujo de los pasos flota al compás del rumor de esparteñas arrastradas,  y el latir de tambores y varales se torna en una contienda de encuentros personales.


Cada recuerdo, cada año dejado atrás, la noche intensa del Jueves Santo que se le salía a mi padre por los ojos o la mañana postrada del Viernes, se graban entre añoranzas y gestos en nuestro corazón y en el de visitantes, que sin embargo recordaran el lugar, una vez que piadosos ciudadanos han visto el angelical séquito, transmutado en alfombra de colores infernales como el más decoroso estercolero.

Tal vez, esas manos generosas que arrojan en la calle todas sus inmundicias, son las que critican a nuestros jóvenes y su frívolo botellón, o las que  lanzan incontinencias contra concejales y gobiernos.

Sabemos que lo que digo es cierto, con un sutil temblor en la voz y el desánimo de tener que manchar el blanco papel con estas apreciaciones.
Jaeneros, seamos dignos con lo nuestro.

Rocío Biedma





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A Nuestro Padre Jesús, el abuelo de Jaén, en medio de la madrugada de un viernes Santo









"El abuelo"

en Viernes Santo


Se detiene la noche en ese instante en que la luna hiere de luz  nívea tu andar austero y elegante, mientras tu cruz, transfigura el 
seno de esa puerta que guarda
la llave de los Jaeneros cuando  irrumpes en silente sinfonía, meciendo a tu compás todos los corazones.

Y sales a la calle después de un año de esperarte entre suspiros, plegarias y lágrimas de cera agonizantes que serán rocío mañana, para aliviar la sed que el frío de la noche  deja en la letanía de negros nazarenos.

Tal vez sea la única noche donde se funden  las cicatrices, y los dolores del alma tañen al compás de los tambores, mientras la añoranza de los nuestros, viene con el relente de la madrugada a gritarnos que ellos amaron esta noche antes que nosotros.

Tu paso por el Arco San Lorenzo. El descenso por el Cantón de Jesús, en busca de tu madre. La marcha dignísima y nuestra que el maestro Cebrián te compusiera,  nos regalan  tantos versos que te mecen, tantos ojos que emocionas y el pulso de los pies acompasados del costalero que te acuna como a nadie, con ese cariño que tenemos los de Jaén a nuestro Abuelo.


                                                                Rocío Biedma
  

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Dedicado a los alumnos y monitores del Taller de lectura de la ONCE por su acogida tan emotiva y su calor humano para con mi escrito titulado:
“Te dejaré al caer de la tarde”.


Acariciar la palabra
  

Conmovida asistí a la invitación de la ONCE en su taller de lectura y el preciosísimo gesto de transcribir  mis palabras a braille.

Lo que me emocionó, lo que contemplaron mis ojos, fue una imagen llena de consciencia desnuda y bella, sin lamento que turbara su existencia ni su silencio embriagador y sobrenatural.

Sentí que sus ojos tupidos me miraban como quien mira sorprendido a las estrellas y noté cómo su ausencia de luz se cernía en mis palabras como un arco iris repleto de fulgores que burlan las tinieblas  con una sobrecogedora deidad.

Es fácil  destruir, escuchar lamentos o agravios cuando miramos desde dentro entregados a una horrenda pesadilla de ignorancia, ceguera y sinsentido. Pero construir, imaginar  y descubrir,  exige ingenio, esfuerzo y  generosidad y ese arte en los ciegos torna su visión en un despertar diferente  que cruza  por múltiples paisajes con mucha más serenidad y  claridad que muchos de nosotros.

Y tras sentir la caricia de sus dedos en mis palabras, Carlos,  nombró al Principito:

"No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos"


                                                                 Rocío Biedma





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Nuestra Reina Mora


                                                    ( A Rosario López)


Se acerca sigilosa la semana de pasión Jaenera y esa sensación tan especial que nos estremece un año más al escuchar la voz de nuestra Rosario López, cuando se asoma como una Reina Mora a su muralla a cantarle a Nuestro Padre Jesús.

El rostro de Charo cuando le canta al Abuelo, tiene cerrados los ojos y entregada el alma que se va corporeizando en sentimiento, con esa digna fuerza y esa serena piedad, dejando derramarse  entre sus labios un caudal de sangre infinita y esperanzadora, rasgada de amargura, cálida y radiante, formando una constelación de notas de ámbar y canela, que lanza al aire como un tirabuzón cósmico contra lo terrenal y lo divino, hechizando la corriente que late a cada quejido mientras Jesús avanza  en la noche más eterna.

Su voz, que hace tiempo germina detrás de las callejuelas empinadas de éste Jaén tan suyo, quedará incrustada como fuego en cada losa, en cada recodo, en cada sombra maternal, en cada luz violeta.
Porque Charo será eternidad en nuestras temblorosas piedras y su cadencia quedara cosida por siempre a cada letra que da nombre a nuestra tierra.


                             Rocío Biedma


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Llega Marzo


Está viniendo Marzo y algunos corazones aún no lo saben.
He visto caras tristes por la calle, sin sonrisas ni bondades, sin sueños,  sin ver que Marzo viene, sin importarle a nadie.

El circulo mediático que nos deja sin entidad, semienterrados, ciegos, sordos y apabullados, intenta marearnos en su bucle enmarañado y nefasto, pero no puede evitar que la naturaleza germine.

Cada ser vivo se deja notar más cuando llega Marzo preñado de primavera. Su venir nos consuela, y aviva con su trascender, el ansia de vivir y la luz que tanto necesitamos, sobre todo en estos días de crónicas que nos hacen sentir náufragos en un Guadalquivir sombrío, mentidos, lastimados, aterrorizados y en paro.

En Marzo, el aire se respira nuevo y hay una luz cantarina en cada cosa. En unos días comparece  y vestirá de rojo y amarillo nuestros campos de albariza  y de fiesta la alameda y el parque del seminario. Iluminará nuestros balcones de claveles y geranios y el olor a azahar peregrinará sutil abrazando  nuestra Catedral y perfumando enamorado nuestras calles.
Está viniendo Marzo, dejemos que nos hable.

                                   Rocío Biedma 




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Te dejaré,
al caer de la tarde…

(A Tere, mi amiga del alma)


A lo lejos, Jabalcuz, azulado e impasible, nuestra majestuosa Catedral, blanca y serena, la cruz y el castillo, coronando ésta ciudad que vive su vorágine en la mañana de un jueves de éste frío Enero, mientras aquí, muchos lloramos desolados el adiós a nuestra querida Tere, sin más rumor que el de los sollozos, un gélido y turbador chirrido del elevador, que hiere como una Solea, el agua vertida suavemente en el polvo blanco de la ausencia y los golpes de la paleta removiendo la masa que sella la inevitable e infinita despedida.

Sólo algunas personas consiguen que se hable de ellas desde el amor, desde el estremecimiento de quien ha vivido su paz, su sencillez y su mesura para nutrir y colmar los corazones  de todos los que le rodean.
Por eso, una luz amorosa como la suya, que ha iluminado nuestras vidas, que se va con las manos colmadas de azahar, como ella misma cantaba,  jamás podremos olvidarla y tampoco lo que el aire exhalaba esa mañana: tanto amor,  tantas flores, ese sol que salió sólo por verla y a lo lejos, su Jaén, acogedora y digna, mirándola con ternura.

Rocío Biedma



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Y todo lo demás es silencio




Los días en el huerto son apacibles.
Las monjitas de nuestro Convento de Santa Teresa, de manos limpias y voces cálidas, amasan las horas entre labores con olor a vainilla, miel o canela, para luego vender sus primores en el torno.

 Fuera, unos hombres elevan al infinito, con esa misma serenidad que respiran, el muro, ayer herido de muerte, que separa el huerto impenetrable, de la calle Llana, privándonos de la aventura de compartir un cosmos de promesas silenciosas, de fuentes primitivas, de sueños y vigilias, de soledades a solas y del arte de romper la rutina andando caminos  inefables.

Ocultos, entre frutales, álamos y cipreses, queda la fragancia del jazmín o la rosa, rezando su propio Miserere después de la lluvia.

Porque el huerto siente nostalgia de la primavera, de su paz transparente. Por eso cuando ella llega con sus albricias y la luz del sol congrega el festival de sonatas a la llegada de las aves migratorias y las flores nuevas, se escuchan arpegios y trinos arrullando este edén íntimo de espiritualidad y misterio.

Y como Shakespeare dijo: “Y todo lo demás es silencio”
               
                                                                                                                                   Rocío Biedma

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Queridos Reyes Magos
  

             

A sus Majestades de Oriente, pedí que la inteligencia de unos y el corazón de otros consigan corporeizar la aceptación de tantas enfermedades denominadas “raras” o “invisibles”, hijas de la intransigencia, el misterio y la incomprensión, algunas veces hasta por parte de nuestra propia familia.



Deseé ilusionada que exista una armonía que incite a los investigadores a elevar su voz en favor de la respuesta, cuya fragancia venza esta realidad tan íntima y desarme la soledad y la desnudez que sienten ellos mismos y cada enfermo junto a  los suyos.



Anhelé que la salud y la dignidad de todos los seres vivos, estén por encima de intereses materiales y políticos.
Confié en que los que gobiernan nuestras Ciudades, sean conscientes de la intoxicación a que estamos sometidos y en que la ética y el respeto no deslinden su responsabilidad ni  trascendencia para que podamos vivir en lugares naturales y saludables.

Y después de añorar,  pensé que sus Majestades estarán cansados y aturdidos o tal vez, tengan una “rara” enfermedad y por ello, no puedan ser ya ni magos ni eruditos.

       
                    
                                   Rocío Biedma


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A tantos inmigrantes, desde mi mar de olivos, donde siguen llegando y no hay peonadas para ellos, y es conmovedor verlos en las noches frías, sentados en el suelo porque no hay sitio en los albergues.

 Angosturas


Su mirada evoca la luz nueva de estos campos heredados y ese olor azul del aire que se disipa en las verdes angosturas del tiempo. Y cada terrón del suelo se le hace sal en la memoria a pesar de ese sabor a barro en la garganta y el dolor en la mandíbula de tantas dentelladas inservibles.

Y espera renacer con la mañana, con el manto del rocío allí donde se quema la noche, en los instantes que se consuma la oscuridad de su silencio, mientras se despereza el sol acurrucado detrás de los dormideros y despunta el azahar de azúcar de su esperanza en los mil verdes  en medio de los campos de olivares.

 Llegó a nuestra tierra de olivos del olvido, alentado por la memoria etérea y sonora de la criba y el oro líquido.

Hoy, su sonrisa pálida y sedosa, empapada de destierro, brilla cual fruta ácida  salpicando con irisaciones violáceas la vega ensamblada de su pecho, mientras cae la lluvia del recuerdo, entre su corazón y sus manos,  a la espera de sentir la voz del patrón, la caricia de una lona, caldo caliente o un abrazo donde recostar su miedo en este frío invierno.
                                                   Rocío Biedma

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Dedicado a mi Coral Polifónica, a la agradezco tantos momentos felices y a la que echo tanto de menos.



   A mis compañeros



En mi memoria queda impregnado ese momento mágico
cuando el pasado día 7, pude disfrutar del Exquisito Concierto y del cariño de mis compañeros del Grupo Polifónico de la Real Sociedad Económica “Amigos del País” de Jaén. Las voces se elevaron clamorosas y elegantes; y los destellos de su vibración envolvieron a cada uno de los que allí estábamos, esparciéndose como polvo de estrellas y creando poesía con su cadencia y sus cesuras. Las manos de Inmaculada Báez, directora y alma del coro giraban en el aire ondulantes como oropéndolas, como estrellas fugaces mecidas con la belleza que produce la armonía cuando se cimbra al compás de un corazón que trae recuerdos de Nanas, Morillas y Jaeneras y late en el empeño de mostrarnos lo rico de nuestro folklore y  nuestra gente. Hoy me permito mostrar un merecido homenaje de reconocimiento, admiración y afecto a todos mis compañeros que suman esfuerzos para traernos momentos como éstos, agradeciendo vuestro apoyo. Me encontré como agua ensimismada, con la piel abrasada de emoción, el alma henchida y los sentidos flotando con los vuestros.


                           Rocío Biedma




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  La brevedad de un Ángel



A José Manuel, el niño,  no le hacía falta espada ni capa del Zorro. Él sentaba a sus hermanas y con la copa desconchada de alguno de los partidillos de cuando su padre era chico, pasaba ratitos diciendo misa y dándoles la comunión.
Quería ser cura. Siempre quiso ser cura. Hasta tuvo que hacerle su madre un traje de clérigo con el que era feliz. Conquistaba a la abuela Juana para que lo llevara a Misa y asistía incansable (aún quedándose dormido) a las eternas novenas de Nuestro Padre Jesús.
Tenia enamorada a Rosario López, “con esa carita”, que ella decía; Tanto que cuando ella lo nombraba emocionada, le caían soleares por las mejillas.

Soñaba con viajes, cogía sus cosas y ¡ale, a Barcelona!. Su mundo era imaginado con la fantasía de la que somos capaces todos, pero con la inocencia de un ángel. Bendita ilusión, como tener una novia ´´morenaza´´ o poder jugar al fútbol o al baloncesto con sus amigos después de la operación.

José Manuel, se fue con el pecho abierto, roto, por no caberle dentro un corazón: el suyo.
 Hoy corre todos los días sin cansarse y además, ya no tiene miedo ni siquiera a las avispas. Seguro, pasa horas hablando del Barça con el abuelo Lolo y el tito Félix y les convence para celebrar éxitos tomando churros con chocolate en el Colón o unas gambillas en casa los Mediaoreja.



                                                   Rocío Biedma

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Madre  Majestuosa


En estos otros días, transitamos nuestro entrañable Jaén entre villancicos, prisas, alfajores y regalos unos, o frío en el alma, carbón y desesperanza en los bolsillos otros, bajo tintineantes luces de ilusión que alegran el espíritu de la noche mientras llega, pasando de largo  ante tantas otras cosas importantes y bellas que nos observan con pasividad y que al fin y al cabo, son las que realmente prevalecen incesantes e infinitas, como nuestra Catedral, cuyo corazón late conmovido e inquebrantable a cada regocijo y proyecta su latir hacia el cielo, como recurriendo al sol o a las estrellas, para implorar el seguir estando.
Ella, hija del tiempo, majestuosa, bella y fiel como una madre, solemne, elegante, blanca e intacta, ha conformado y conforma nuestra propia heredad, y a solas, de dentro hacia fuera, nos ve pasar, enigmática y silente, mientras se fraguan laberintos en sus recodos entre el ayer y el mañana, y tañe, como una metáfora, sus campanas en un canto cómplice para los que nos sentimos tocados, traspasados y ricos, sólo por su belleza, también en Navidad.



                                                      Rocío Biedma

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Mejor guardar silencio



En estos días de otoño, cuando nos abraza una cierta nostalgia y  melancolía, acogiendo un callado noviembre gris dibujado en las venas de saudades y añoranzas, encuentro como fastuosa respuesta una mudez feliz a tantos sinsabores, el ser amable antes que tener que entrar en certezas que sólo yo percibo y siento.
Cuantas veces a lo largo de nuestra vida optamos por el silencio cómplice con nuestro retiro, a pesar de no siempre conseguirlo, porque las más de las veces, nuestro hálito pasional, nuestro sentido de la justicia o nuestro frenesí nos llevan a hablar con sinceridad y comprobar lo frágil que es la razón y lo que pesan los reproches.
Toda mi vida está cosida con largas suturas de hondos silencios. ¿Hablar ahora?, mejor percibir cuándo el silencio desafina o entona nuestra música, y a pesar de todos los ruidos absurdos y coléricos que existen fuera, siempre encontrar un esquina de  luz violeta en ese sigilo, una esencia donde descubrir nuestra realidad e intentar nadar en ella, como en un mar profundo y tácito.

                                                     Rocío Biedma